La edad de inicio de la actividad sexual es sólo uno de los aspectos del desarrollo evolutivo sexual de adolescentes y jóvenes. Sin embargo proporciona información fundamental sobre la forma en que los y las jóvenes se relacionan con su propia sexualidad y la de sus iguales. También nos ayuda a conocer cómo la sociedad, la familia y cuestiones culturales concretas influyen sobre la evolución y la expresión de la sexualidad de los y las adolescentes. A través del análisis de cómo se están desarrollando nuestros y nuestras jóvenes respecto al inicio de la actividad sexual compartida, podemos conocer aspectos clave que nos servirán para apoyarlos en su evolución personal.
Tradicionalmente el estudio de la sexualidad en los y las adolescentes se ha enfocado hacia una perspectiva de salud pública. Desde esta perspectiva se ha analizado el porcentaje de población adolescente que adquiere Infecciones de Transmisión Sexual o el porcentaje de chicas que tienen embarazos no deseados. También se han estudiado los comportamientos sexuales de riesgo como pueden ser el inicio temprano de la actividad sexual, el uso inconsistente del preservativo y las múltiples parejas sexuales.
Desde esta primera perspectiva la actividad sexual en los y las adolescentes se ha considerado siempre como potencialmente peligrosa.
En las dos últimas décadas se está haciendo un esfuerzo por estudiar las relaciones íntimas y los comportamientos sexuales durante la adolescencia (desde los 11 o 12 hasta los 20 o 21 años) y el principio de la edad adulta (de los 21 hasta los 25 años), y se está reconociendo que la exploración en las relaciones íntimas no es necesariamente peligrosa teniendo incluso implicaciones positivas.
Por ejemplo, se ha visto que en las chicas jóvenes aumentan significativamente los sentimientos de autoeficacia sexual, la sensación de merecer placer sexual para una misma y de que la otra persona lo merece, así como la autoestima corporal sexual. Después de la primera experiencia sexual se ha observado menos estrés psicológico en chicos y chicas, y una imagen corporal más positiva en los chicos.
La investigación actual está considerando tanto los componentes positivos como los componentes de riesgo, en línea con la Organización Mundial de la Salud, que dice que la salud sexual no es únicamente la ausencia de problemas sexuales, sino también el bienestar físico, mental, emocional y social en relación con la sexualidad.
El inicio de la actividad sexual puede darse dentro o fuera de una relación romántica.
La mayoría de las y los adolescentes activos sexualmente tienen su primer encuentro sexual dentro del contexto de una relación romántica. En un estudio realizado en Holanda (H.De Graaf y cols., 2012) se preguntó a adolescentes y jóvenes (de 12 a 25 años de edad) no activos sexualmente por qué no habían tenido todavía relaciones sexuales. Las respuestas que dieron fueron:
- que esperaban a estar enamorados (el 25% de los chicos y el 33% de las chicas)
- que esperaban a tener una relación de pareja (el 34% de los chicos y el 47% de las chicas).

Sin embargo también es frecuente que los y las adolescentes inicien su actividad sexual fuera del ámbito de la relación romántica. Las motivaciones tanto en chicos como en chicas, según García y Reiber (2008), para inciar este tipo de contacto sexual, son:
- obtener placer físico (89%)
- gratificación emocional (54%)
- e iniciar una relación romántica (51%).
La mayor parte de los y las adolescentes heterosexuales siguen una trayectoria sexual progresiva, en la que comienzan con comportamientos no genitales (besar, cogerse de la mano, abrazarse) seguidos de comportamientos sexuales genitales (tocamiento mutuo de genitales, sexo oral) y por último penetración vaginal. Sin embargo, la gran mayoría de las investigaciones sobre el comportamiento sexual de los y las adolescentes se ha centrado en las relaciones sexuales con penetración.
En los países occidentales, la mayoría de los y las adolescentes han tenido alguna experiencia sexual con penetración a los 18 años de edad. Entre el 10% y el 40% no han tenido experiencias sexuales con penetración después de los 18 años. Evidencias recientes sugieren que tanto el inicio temprano como tardío en comparación con un debut sexual más normativo, está relacionado con más problemas mentales y sexuales, relaciones personales pobres y dificultades de ajuste social.
Los adolescentes más precoces son más vulnerables a riesgos potenciales.
Aunque el inicio temprano de los comportamientos sexuales no es necesariamente problemático, la investigación indica que los y las adolescentes más precoces son más vulnerables a riesgos potenciales. Se ha argumentado que chicos y chicas en la adolescencia media (de los 14 hasta los 16 años) y temprana (de los 11 o 12 hasta los 13 años) generalmente:
- No tienen la “preparación cognitva” necesaria para las interacciones sexuales consensuadas y seguras, tienden más a la impulsividad y son más sensibles a la presión social.
- También tienen menos conocimiento sobre riesgos sexuales y suelen tener menos seguridad y asertividad durante las interacciones con sus parejas.
- Tienden a utilizar menos el preservativo, a acumular más parejas sexuales, a contraer más Infecciones de Transmisión Sexual y a tener embarazos no deseados.
- Entre las chicas además suele observarse una baja autoestima.
El retraso en el inicio de la actividad sexual tiene aspectos positivos siempre y cuando no continúe en el inicio de la edad adulta.
Respecto al inicio sexual tardío, hasta hace poco la literatura ha sido escasa y ha tendido a explicarlo como una elección personal basada en cuestiones religiosas, principios morales y actitudes conservadoras. También se ha relacionado con altos objetivos académicos, apariencia infantil debido a un desarrollo puberal tardío, y menos uso de alcohol y drogas.

Cuando se pregunta directamente a los y las adolescentes por qué razón son sexualmente inactivos e inactivas comentan tener miedos, por ejemplo a los embarazos no deseados, o inseguridad. También nombran valores conservadores (religiosidad, esperar al matrimonio, etc.).
Algunos estudios sobre las influencias familiares concluyen que aspectos como tener una madre con educación superior y pensar que los adultos tienen altas expectativas hacia ellos, están relacionados con el retraso en el inicio sexual en los adolescentes. Respecto a las relaciones sociales, los y las adolescentes que posponen su primera relación sexual es más probable que tengan amistades que también crean que es mejor posponer esa primera relación y que estén involucradas en actividades religiosas.
La mayor parte de la investigación sobre el retraso de la actividad sexual en la adolescencia ha informado de que ésta tiene consecuencias positivas. Sin embargo, la inexperiencia sexual comienza a ser problemática cuando continúa en el inicio de la edad adulta.
Por ejemplo, la juventud sin experiencias sexuales previas se perciben a ellos mismos como personas tímidas e incapaces de establecer contacto social. Además tienen una percepción negativa de su imagen corporal, lo que obstaculiza su desarrollo sexual.
Las personas que ya en la edad adulta aún no han mantenido relaciones sexuales tienen diversas razones para ello, algunas relacionadas con elecciones personales y otras vinculadas a la falta de oportunidades sexuales. Cuando se habla de jóvenes no experimentados sexualmente, debe distinguirse entre aquellos que nunca han tenido experiencias eróticas con otra persona, de aquellos que se abstienen del coito pero practican otros comportamientos sexuales. El desarrollo psicosexual de estos últimos es menos problemático, ya que su abstinencia no tiene que ver con dificultades para atraer a otras personas, o falta de interés en las relaciones sexuales.
Las personas jóvenes con orientación homosexual que no han tenido actividad sexual con parejas del otro sexo, se confunden a menudo con jóvenes heterosexuales sin experiencia sexual, a no ser que se pregunte directamente por su orientación sexual.
Las diferencias de género en nuestra sociedad dejan en desventaja a las chicas frente a los chicos en relación a su sexualidad.
Respecto a la forma en que la sociedad aborda el tema de la sexualidad, podemos observar como todavía para las chicas hay estrictas normas sociales, animándolas a abstenerse del sexo y evitar tener múltiples parejas sexuales. Normalmente las chicas son disuadidas por sus amigas de tener relaciones sexuales, mientras que los chicos se mueven en un ambiente de mayor aprobación y libertad sexual.

Sin embargo los chicos sufren mayor presión para tener actividad sexual, especialmente por parte de los amigos masculinos. De acuerdo con lo anterior, los chicos generalmente informan tener más compañeras sexuales a lo largo del tiempo, y actividad sexual más frecuente que las chicas.
La formación de la pareja es un estímulo esencial para la experimentación sexual y viceversa. Dentro de la relación de pareja es más habitual en las chicas ver la sexualidad desde el punto de vista emocional, mientras que para los chicos es más importante el placer genital y en ocasiones el objetivo de la pareja es experimentar las primeras relaciones sexuales.
De hecho entre los y las jóvenes menores de 20 años es mayor el número de chicas que de chicos que tiene pareja estable (44,8% frente al 29,3% respectivamente, Injuve, 2008).
Todavía podemos percibir importantes diferencias de género con desventajas para las chicas en el contexto escolar, incluyendo los materiales curriculares. También vemos estas diferencias en la información que llega desde los medios de comunicación. En este ambiente de desigualdad no es de extrañar que el interés en las relaciones sexuales sea mucho más apremiante para los chicos que para las chicas. Todavía muchas chicas perciben su estado de inexperiencia sexual, como algo valioso que ofrecer a la persona que se ama. Mientras que para muchos chicos esta falta de experiencia está vista como un estigma, que tiene que ser erradicado tan pronto como sea posible.
Respecto a las emociones asociadas con la actividad sexual, se ha encontrado que la mayoría de las chicas jóvenes y adolescentes experimentan sensaciones de ambivalencia después de su primera experiencia sexual con penetración, e informan en mayor medida que los chicos sentirse “sucias” y avergonzadas. Además los chicos experimentan más sentimientos de orgullo que las chicas.
Las personas jóvenes no heterosexuales tienen mayores retos en su desarrollo sexual.
Si nos fijamos en el estudio del desarrollo sexual de los y las adolescentes pertenecientes a colectivos no heterosexuales, vemos que los trabajos sobre el desarrollo de la identidad y la orientación sexual, desarrollados desde los años 70, sugieren que este segmento de la juventud progresa desde la confusión hasta la unificación de la identidad, pasando por:
- la lucha
- la aceptación
- la reafirmación
- y el sentimiento de orgullo de uno o una misma.
Otros indicadores de la progresión en el desarrollo de la identidad sexual son:
- la edad en la que experimentan hitos específicos, como puede ser la conciencia de atracciones no exclusivamente heterosexuales,
- o hablarle a alguien sobre su orientación sexual.
Sin embargo las investigaciones recientes apuntan a que este tipo de modelos por etapas se irán abandonando para dejar paso a modelos que reconocen la inestabilidad de la identidad y orientación sexual a lo largo del tiempo, así como la inconsistencia que existe entre los comportamientos sexuales, las atracciones y la orientación e identidad sexual.

Según Savin-Williams (2011), los jóvenes atraídos por su mismo sexo tienen recorridos evolutivos similares a otros adolescentes, ya que están bajo las mismas influencias biopsicosociales. Sin embargo se pueden observar diferencias, ya que cuestiones culturales como la heteronormatividad, los fuerzan a negociar su desarrollo psicológico de forma distinta a los jóvenes atraídos por el otro sexo.
En cualquier caso, cada joven sigue su propio recorrido evolutivo, independientemente de su orientación sexual.
El desarrollo de una sexualidad sana en cada adolescente será clave para su salud general.
La sexualidad está presente en todas las etapas de desarrollo del ser humano, desde el nacimiento. En cada etapa adquirirá una forma diferente, pero es en la adolescencia cuando chicos y chicas comenzarán a compartirla con otras personas. El desarrollo de una sexualidad sana en cada adolescente será un elemento clave de la salud en general del futuro adulto.
La Organización Mundial de la Salud definió la salud como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades (OMS, 1948)
Este mismo organismo definió la salud sexual como “un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad; no es simplemente la ausencia de enfermedad o disfunciones. La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual sea alcanzada y mantenida, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y cumplidos.” (OMS, 2006a)
Si queremos que las personas tengan una buena salud en general desde la juventud y la adolescencia, es necesario que tengan también una buena salud sexual.

De igual forma que la investigación se ha dedicado principalmente al estudio de aspectos reproductivos y preventivos de la sexualidad, los padres y madres de nuestra sociedad, así como educadores y profesionales de la salud, estamos casi únicamente preocupados por estos aspectos. Las cuestiones relativas a la salud pública son importantes y deben ser atendidas. Sin embargo el acercamiento desde el punto de vista de cómo actúan y se sienten los y las adolescentes respecto a su propia sexualidad nos proporciona información importante para detectar cuál es la mejor forma de apoyarlos en su evolución.
Podemos observar cómo ciertas cuestiones que tienen que ver con la salud y estabilidad psicológica, como: la autoestima, la asertividad, la autopercepción corporal o el respeto a uno mismo y a los demás, tienen gran influencia en el desarrollo sexual. Pero también el entorno familiar y social (el tipo de relación con padres y madres, la influencia de las opiniones de las amistades sobre el sexo, o las creencias religiosas) van a afectar a la evolución sexual de los y las jóvenes.
En este sentido, las intervenciones psicoeducativas sobre sexualidad dirigidas tanto a adolescentes, como a madres y padres, educadores y demás profesionales, deben tratar este tipo de cuestiones además de los temas que tienen que ver con la prevención y la salud pública.
Para saber más:
- Sexuality (and Lack Thereof) in Adolesce and Early Adulthood: A Review of the Literature. Marie-Aude Boislard, Daphne van de Bongardt and Martin Blais. Behavioral Sciences (2016)
- Manual de Sexología y Terapia Sexual. Francisco Cabello. Ed. Síntesis. (2010)